Cuentos con moraleja: "El amor de la tía Purita"
Hace años conocí a una mujer muy especial: “la tía Purita”. Era una mujer enormemente sacrificada y alegre. Siempre tenía la sonrisa en la boca, y parecía que no tenía que hacer ningún esfuerzo, cuando de ayudar a los demás se trataba.
Recuerdo que hacía pocos años se había hecho cargo de cinco niños pequeños y del padre de éstos, que era al mismo tiempo su cuñado, cuando una leucemia arrebató a la joven madre y esposa.
Entonces la tía Purita, que estudiaba el último año de medicina y tenía un novio con el que estaba a punto de casarse, abandonó todo para encargarse de aquella patulea y de su cuñado desarbolado por la situación. Dejó su vida, dejó su futuro, puso de lado su amor, y se entregó a otro amor menos personal y más sacrificado.
Recuerdo que había en aquella mujer algo que me desconcertaba; una extraña mezcla de cariño y distancia. Se volcaba en atender a sus sobrinos, pero guardaba siempre una especie de distancia, que hacía que se la amase siempre con “reparos”. Para muchos del pueblo pasó a ser una solterona con buen corazón.